Trastorno de pánico
Trastorno de pánico
La crisis intensa y aguda de
ansiedad acompañada por la sensación de catástrofe inminente se conoce como
trastorno de pánico. La ansiedad se caracteriza por períodos discretos de
pánico intenso que pueden ir de varias crisis en un solo día a algunas durante
1 año.
De los pacientes con trastorno de
pánico, el 91% presenta al menos otro trastorno psiquiátrico. Aproximadamente
una tercera parte de los individuos presenta un trastorno de depresión mayor
antes del inicio del trastorno de pánico; aproximadamente dos terceras partes
experimentan primero un trastorno de pánico durante o después del inicio de una
depresión mayor.
·
Factores
biológicos y etiológicos del trastorno de pánico
La investigación sobre las bases
biológicas del trastorno de pánico ha generado diversas informaciones; de
acuerdo con una de las interpretaciones, los síntomas del trastorno están
relacionados con alteraciones estructurales y funcionales del cerebro.
En la mayor parte de los estudios se
han empleado estimulantes biológicos para inducir un ataque de pánico en
pacientes con trastorno de pánico.
Un considerable número de evidencias
indica que la alteración de la regulación de los sistemas noradrenérgicos
cerebrales también es responsable de la fisiopatología del trastorno.
Estos estudios y otros han propiciado hipótesis que responsabilizan a la
disregulación del sistema nervioso central (SNC) y periférico de la
fisiopatología del trastorno de pánico.
Se ha descrito que el sistema
nervioso autónomo de algunos pacientes con este trastorno presenta un aumento
del tono simpático, se adapta con lentitud a los estímulos repetidos y responde
excesivamente a los estímulos moderados.
Los estudios sobre el estado
neuroendocrino de estos pacientes han demostrado varias alteraciones, aunque
los resultados han sido inconsistentes.
Los datos biológicos han centrado el
interés en el tronco cerebral (particularmente, en las neuronas noradrenérgicas
del locus cerúleo y las neuronas serotoninérgicas de los núcleos del rafe
medial), el sistema límbico (posiblemente responsable de la generación de
ansiedad anticipatoria) y la corteza prefrontal (posiblemente responsable de la
generación de evitación fóbica).
Entre los diversos neurotransmisores implicados, el sistema noradrenérgico también ha atraído mucha atención; se ha descrito que los receptores α2-adrenérgicos presinápticos desempeñan una función significativa. Los pacientes con trastorno de pánico son sensibles a los efectos ansiógenos de la yohimbina, además de presentar respuestas exageradas al MHPG y al cortisol plasmáticos, y respuestas cardiovasculares.
Se han identificado por la
provocación farmacológica con el agonista de los receptores α2-adrenérgicos, la
clonidina y el antagonista de los receptores α2-adrenérgicos, la yohimbina, que
activan el locus cerúleo y suscitan altas tasas de actividad análoga al pánico
en pacientes con trastorno de pánico.
Las sustancias inductoras de pánico (ocasionalmente
denominadas ansiógenas) inducen ataques de pánico en la mayoría de los
pacientes con trastorno de pánico y en una proporción muy inferior de individuos
sin este trastorno o antecedentes de ataques de
Las sustancias neuroquímicas
inductoras de angustia que actúan a través de sistemas específicos de neurotransmisores
son la yohimbina, un agonista de los receptores α2- adrenérgicos, la mCPP (un
agente con múltiples efectos), los agonistas inversos de los receptores GABAB,
el flumazenilo (un antagonista de los receptores GABAB), la colecistocinina y
la cafeína.
El isoproterenol también es una sustancia inductora de pánico, aunque su
mecanismo de acción en la inducción de ataques no se ha dilucidado por
completo.
Las sustancias inductoras de pánico
o angustia respiratoria pueden actuar inicialmente en los barorreceptores
cardiovasculares periféricos y transmiten su señal por aferencias vagales al
núcleo del tracto solitario y posteriormente al nucleus paragigantocellularis
de la médula.
La hiperventilación en los pacientes
con trastorno de pánico puede estar causada por un sistema hipersensible de
alarma al ahogamiento, en virtud del cual la elevación de la PCO2 y de la
concentración cerebral de lactato activan prematuramente un monitor fisiológico
de la asfixia.
Se supone que las sustancias
neuroquímicas inductoras de angustia afectan principalmente a los receptores
noradrenérgicos, serotoninérgicos y gabaérgicos del SNC de manera directa.
Criterios DSM-V para el diagnóstico del Trastorno de
Pánico. Fuente: American Psichiatric Association
A. Un ataque de pánico es la
aparición súbita de miedo intenso o de malestar intenso que alcanza su máxima
expresión en minutos y durante este tiempo se producen cuatro (o más) de los
síntomas siguientes:
· Sudoración.
· Temblor o sacudidas.
· Sensación de dificultad para respirar o de asfixia.
· Sensación de ahogo.
· Dolor o molestias en el tórax.
· Náuseas o malestar abdominal.
· Sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo.
· Escalofríos o sensación de calor.
· Parestesias (sensación de entumecimiento o de hormigueos).
· Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (separarse de uno mismo).
· Miedo a perder el control o de “volverse loco”.
· Miedo a morir
Notas:
Se pueden observar síntomas
específicos de la cultura (p. ej., acúfenos, dolor de cuello, dolor de cabeza,
gritos o llanto incontrolable).
Estos síntomas no cuentan como uno
de los cuatro síntomas requeridos. La aparición súbita se puede producir desde
un estado de calma o desde un estado de ansiedad.
B. Al menos a uno de los ataques le
ha seguido un mes (o más) de uno o los dos hechos siguientes:
Inquietud o preocupaciones continua
acerca de otros ataques de pánico o de sus consecuencias (p. ej., pérdida de
control, tener un ataque de corazón, “volverse loco”).
Un cambio significativo de mala
adaptación en el comportamiento relacionado con los ataques (p. ej.,
comportamientos destinados a evitar los ataques de pánico, como evitación del
ejercicio o de las situaciones no familiares).
C. La alteración no se puede
atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej., una droga, un
medicamento) ni a otra afección médica (p. ej., hipertiroidismo, trastornos
cardiopulmonares).
D. La alteración no se explica mejor por otro trastorno mental (p.ej., los ataques de pánico no se producen únicamente en respuesta a situaciones sociales temidas, como en el trastorno de ansiedad social; en respuesta a objetos o situaciones fóbicas concretos, como en la fobia específica; en respuesta a obsesiones, como en el trastorno obsesivo-compulsivo; en respuesta a recuerdos de sucesos traumáticos, como en el trastorno de estrés postraumático; o en respuesta a la separación de figuras de apego, como en el trastorno de ansiedad por separación).
·
Neuroimagen
cerebral.
En los pacientes con trastorno de
pánico, los estudios estructurales por neuroimagen, como la RM, han indicado la
afectación de los lóbulos temporales, en particular el hipocampo y la amígdala.
En un estudio con RM se observaron anomalías en dichos pacientes, en especial atrofia cortical en el lóbulo temporal
derecho.
Los estudios cerebrales funcionales,
como la PET, han indicado la existencia de una mala regulación del flujo sanguíneo
cerebral (en forma de un pequeño incremento o una auténtica reducción de este
flujo). Específicamente, los trastornos de ansiedad y los ataques de pánico se
asocian con vasoconstricción cerebral, que puede producir síntomas del SNC,
como vértigo, y síntomas del sistema nervioso periférico que pueden ser
inducidos por la hiperventilación y la hipocapnia.
En la mayoría de los estudios con exploraciones funcionales por neuroimagen cerebral se ha empleado una sustancia específica inductora de pánico (p. ej., lactato, cafeína o yohimbina) en combinación con la PET o la SPECT para evaluar los efectos de la sustancia inductora de pánico y de los ataques de pánico inducidos sobre el flujo sanguíneo cerebral.
·
Factores
psicosociales
Se han desarrollado teorías
psicoanalíticas para explicar la patogenia del trastorno de pánico. Estas
teorías conceptualizan que los ataques de pánico surgen como una defensa
inadecuada frente a un impulso que provoca ansiedad. Lo que previamente era una
leve señal de ansiedad se convierte en una sensación abrumadora de aprensión,
que se completa con síntomas somáticos.
Muchos pacientes describen los
ataques de pánico como si aparecieran sin motivo aparente y no estuviera
implicado ningún factor psicológico, aunque la exploración psicodinámica revela
a menudo un claro desencadenante psicológico.
Aunque el ataque de pánico se
correlaciona neurofisiológicamente con el locus cerúleo, su inicio se relaciona
por lo general con factores ambientales o psicológicos. En los meses anteriores
al inicio del trastorno, los pacientes con un trastorno de pánico presentan una
incidencia superior de episodios vitales estresantes (en particular, de
pérdidas) que los sujetos controles.
Además, los pacientes experimentan
típicamente una mayor angustia ante los episodios vitales que los sujetos
controles.
La hipótesis que postula que los
acontecimientos psicológicos estresantes inducen cambios neurofisiológicos en
el trastorno de pánico está respaldada por un estudio en gemelas.
Las investigaciones indican que la
causa de los ataques de pánico probablemente implique el significado
inconsciente de los acontecimientos estresantes y que su patogenia puede
relacionarse con factores neurofisiológicos desencadenados por reacciones
psicológicas.
TRATAMIENTO
Con el tratamiento, los síntomas del
trastorno de pánico mejoran espectacularmente en la mayoría de los pacientes.
Los dos tratamientos más efectivos son el tratamiento farmacológico y la
terapia cognitivo-conductual. La terapia familiar y de grupo puede ser útil a
los pacientes y sus familias para su adaptación al trastorno y las dificultades
psicosociales que este puede haber precipitado.
Tratamiento farmacológico
Revisión. El alprazolam y la
paroxetina son los dos fármacos aprobados por la Food and Drug Administration
(FDA) norteamericana para el tratamiento del trastorno de pánico. En general,
la experiencia ha demostrado la superioridad de los inhibidores selectivos de
la recaptación de serotonina (ISRS) y la clomipramina frente a las benzodiazepinas,
los inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) y los tricíclicos y tetracíclicos
en cuanto a efectividad y tolerancia a los efectos adversos.
·
Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina.
Todos los ISRS son efectivos en el
trastorno de pánico. La paroxetina y la paroxetina de liberación lenta (LS)
tienen efectos sedantes y tienden a calmar inmediatamente a los pacientes, lo que
favorece el cumplimiento terapéutico y reduce el abandono. El citalopram, el escitalopram,
la fluvoxamina y la sertralina son los que se toleran mejor después de la
paroxetina
·
Benzodiazepinas.
Las benzodiazepinas tienen el inicio
de acción más rápido frente al pánico, con frecuencia en la primera semana, y pueden
emplearse durante largos períodos sin aparición de tolerancia a los efectos
contra él. El alprazolam ha sido la benzodiazepina más utilizada para el
trastorno de pánico, aunque los estudios controlados han demostrado que el
lorazepam posee una eficacia idéntica; algunas descripciones clínicas también
han indicado que el clonazepam puede ser efectivo.
·
Tricíclicos y tetracíclicos.
En el momento actual, los ISRS se
consideran el tratamiento de primera línea para el trastorno de pánico. Sin
embargo, los datos demuestran que entre los tricíclicos, la clomipramina y la
imipramina son los más efectivos en el tratamiento del trastorno de pánico.
Los tricíclicos se utilizan en menor
grado que los ISRS porque generalmente inducen efectos adversos más intensos en
las dosis más altas, que son las
necesarias para el tratamiento efectivo del trastorno de pánico.
Inhibidores de la monoaminooxidasa.
Datos sólidos respaldan la efectividad de la fenelzina y otros apoyan también
el uso de la tranilcipromina. Los IMAO probablemente provocan una menor
sobreestimulación que los ISRS o los tricíclicos, pero para que sean efectivos pueden
requerirse dosis completas al menos durante 8 a 12 semanas. Las obligadas
restricciones dietéticas han limitado el uso de IMAO, en especial desde la
aparición de los ISRS
·
Duración del tratamiento farmacológico.
Una vez que se constata su
efectividad, el tratamiento farmacológico continuará generalmente durante 8 a
12 meses. Los datos indican que el trastorno de pánico es una enfermedad
crónica, probablemente de por vida, que recidiva cuando se interrumpe el
tratamiento.
Se ha descrito en diversos estudios
que del 30% al 90% de los pacientes con trastorno de pánico sometidos a un tratamiento
con éxito han recaído al retirar la medicación.
Probablemente, los pacientes
recaigan si han recibido benzodiazepinas y el tratamiento finaliza de modo que
provoque síntomas de abstinencia.
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Terapias cognitivas y conductuales
Las terapias cognitivas y
conductuales son efectivas en el trastorno de pánico. En diversos estudios se
ha concluido que resultan superiores al tratamiento Farmacológico en solitario;
en otros se ha concluido lo contrario.
En varios estudios y publicaciones
se ha observado que la combinación de la terapia cognitiva o conductual y el
tratamiento farmacológico resulta más efectiva que cualquiera de los enfoques
por separado. Se ha indicado asimismo, en varios estudios que han incluido un
seguimiento a largo plazo de pacientes que recibieron terapia cognitiva o conductual,
que ambas son efectiva para la remisión duradera de los síntomas.
Terapia cognitiva: Los dos pilares
de la terapia cognitiva para el trastorno de pánico son la educación de las
falsas creencias del paciente y la información sobre los ataques de pánico.
La educación de las falsas creencias
se centra en la tendencia del paciente a interpretar erróneamente las
sensaciones corporales leves como indicadoras de un ataque de pánico inminente,
una catástrofe o la muerte. La información sobre los ataques consiste en
explicar que, cuando se producen, tienen una duración limitada y no son
potencialmente mortales.
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